Dios moliendo carne

Mujercitos Magazine
5 min readNov 15, 2021

Por Asesina Herrera

Imagina que estas caminando por una ciudad a punto de recibir el Apocalipsis. En esos primeros momentos antes de que todo suceda, la gente que te rodea está sintiéndose miserable sin saber que va a ser la última vez que se sentirán así. Quizá, si supieran la importancia de lo que se avecina se dieran la oportunidad de decidir con que o con quienes quieren pasar sus últimos minutos. Decidiendo esto llega el Apocalipsis. Y sí, pasaron sus últimos minutos, segundos, micro-segundos, tratando de averiguar la mejor manera para recibir el fin del mundo.

Justo cuando va a comenzar el fin, el cielo se pone rojo, como si fuera un atardecer, pero detrás no vendrá la noche. El viento sopla y humedece las calles. Sobre el asfalto se ve el reflejo del cielo rojo. La nostalgia brota con una violencia incalculable y detiene por unos segundos a todos. Después, llega la hora de luchar contra la idea de eternidad.

En 1988 J.K. Broadrick y G.C. Green entraron al estudio para dar continuidad a su primer EP Godflesh que supondría el primer aviso de la amenaza con un nuevo EP titulado Tiny Tears.

Birmingham comenzaba a encubar la que sería su segunda mejor banda. Como si fuera un lugar destinado a crear la parte sonora de la oscuridad intrínseca en cada ser humano y hacerla popular. Injertarla en la piel dura y casi seca de la segunda mitad del siglo XX. Sin dudas el gran aporte de la época victoriana donde Inglaterra alcanza la cúspide de su revolución industrial es que el humo de las fabricas fueran intoxicando lentamente el cielo. La lluvia que caería después es la que bautizaría las cabezas de Tony Iommi, fundador de la mejor banda de Birmingham y de Broadrick.

En el Souncheck de Birmingham comienzan a grabarse las pistas de Tiny Tears. Pistas que cargaban con la herencia de Big Black en sus hombros. Una continuidad más brutal y densa que Atomizer y Songs about Fucking pero que tenían la misma base y el mismo concepto: música pesada lo-fi. El corazón de todo el experimento era un robot llamado Alesis.

Volvemos a la nostalgia. ¿Nostalgia de qué? De lo más peligroso, de algo que no existe. Por lo tanto, hay que taparlo, esconderlo con todas las capas posibles. De ahí que Tiny Tears (la canción) sea un martillazo en loop que no permita pensar, solo dejar que el cuerpo encuentre por si solo el ritmo al que debe bailar. ¿El mundo estaría listo para lo que vendría? No. Se suele tapar todo lo hecho entre Sex Pistols y Nirvana. Sin embargo, entre esas dos bandas están los demonios que hicieron surgir los noventas. Década en la que el Glam ya era un cuerpo agonizante que causaba vergüenza, el Death Metal y el Thrash, competían por ver cual se hacía mainstream primero y el Hard Rock era vendido como Grunge y llevando a la muerte a sus figuras más importantes.

Entre las grabaciones del Tiny Tears entran por la ventana las raras avis del rock americano del momento. Es en las sesiones de grabación donde más sentido cobra la influencia de Swans, cuya primera etapa en el Noise más experimental viene siendo un lucero en el horizonte más que un camino a seguir, no por poco atractivo, sino por imposible de emular.

Después de la destrucción viene el nacimiento de una nueva era. La desolación trae consigo la necesidad de buscar algo, aunque nunca se encuentre. Es la esperanza en su forma más primitiva. Tiny Tears es la forma primitiva de un género, de una visualidad.

Justin Broadrick y G. C. Green

Cuando el apocalipsis ya es inminente es imposible cerrar los ojos. Simplemente no está en la naturaleza humana evitar enterarse del fin de las cosas. No es simple curiosidad, es una despedida automática, no de nosotros mismo, sino de todo lo que conocemos.

Tiny Tears es la semilla del Bebe de Rosemary. Viene siendo el Ovulo, la puerta.

Digby Pearson les propone a Broadrick y a Green que guardaran el EP y se concentraran en la creación de un LP. Entre mayo y agosto de 1989 en el England and Square Dance de la ciudad de Derby comienzan a grabar Streetcleaner.

Con el camino ya pavimentado solo tenían que dejar caminar sobre el a una bestia amorfa y amenazante que se convertiría en la última joya underground de los 80´s.

Con el cielo agonizando es como se producen los últimos destellos de colores. Se abren agujeros y se tragan el paisaje. La tierra empieza a arder. Sobre el asfalto húmedo se refleja la polvareda y el viento envuelto en cenizas. Todo arde. Todo arde y se retuerce, agonizante, desafiando con los músculos a la muerte que no contempla misericordia alguna antes de pasar por encima de todas las cabezas.

Streetcleaner es ese álbum clásico inclasificable en su momento. Alesis, el robot de la banda, una caja de ritmo HR-16 es la que marca la diferencia. Si en Big Black era un statement sobre la independencia en Godflesh era un puente hacia un nuevo género. Al estado más puro de un nuevo género. A la génesis propia del metal industrial.

La amenaza inicial ya era una fiera violenta que te arrastraba con ella a un sótano y contrario a lo que puedas imaginarte, te reconstruiría. Cada pedazo de tu cuerpo desecho en angustia entraría a ocupar un espacio nuevo.

Streetcleaner, el primer LP de Godflesh se convertiría rápidamente en la piedra angular de un nuevo género. Como mismo sucedió con álbumes como The Velvet Underground & Nico, The Stooges y Psychedelic Jungle que en su momento al gran público le importó una mierda, pero influenció a una manada de músicos que se dedicarían a recorrer y ensanchar las carreteras recién inauguradas. Streetcleaner, como álbum iniciático de una banda proto es raro, ambiguo, se mueve entre corrientes sólidas para volverlas maleables y darles otra forma.

Streetcleaner es el ruido que palpita en la cabeza de un psicópata, la existencia traducida para ventilar la ira y el miedo. El mismo miedo que corre por la piel cuando se presencia los últimos minutos de la vida. El miedo que a su vez da entrada a un universo post-apocaliptico en el que todos llevan una camiseta de Godflesh. Es el lugar que eligió un ciervo indefenso para pasar sus últimos minutos antes de ver el universo ser tragado por un agujero en el cielo.

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