Estimado obrero de la cultura

Mujercitos Magazine
3 min readMar 15, 2021

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ArtCover por Claudia Patricia

Por Victor Fernández

En la película Amateur (1979) hay una frase que resume el porqué de la existencia del cine: eso es lo único que puede luchar contra la muerte. Cuando se funda el ICAIC en marzo de 1959, sus fines estaban muy claros: inmortalizar y hacer lucir inmortal a Fidel Castro.

Pensar que dentro de la institución cubana se va a permitir explotar nuevos derroteros es mucho más que ingenuo. Esa mecánica dudosa en la que se mueve la legalidad de la cultura cubana, no va a permitir jamás la experimentación, la transgresión, el juego o el morbo. Creer que una Ley de Cine dentro de este gobierno es la solución, resulta como mínimo una estupidez. Ya han pasado suficientes años para entender que dentro de la Revolución todo, no es tan ambiguo como lo presentan. A eso súmenle que los cuadros que regulan la cultura son sargentos disfrazados de poetas.

No se puede seguir prefiriendo el título de obrero de la cultura. Frente a esta calificación lo único que se puede esperar es que acabe de desaparecer el poco poder que aún le queda a la palabra artista. Ante esto, la vía más lúcida que aparece es la de la desobediencia. Pero para eso hay que eliminar los referentes nacionales, pues ninguno es ejemplo de nada.

Conformarse y seguir alabando a Tomás Gutiérrez Alea con su imagen de cineasta crítico y a la vez incondicional con el sistema, es una idiotez. No solo porque ante esta imagen se sepulta la futura creatividad que pueda surgir, sino porque es hacer la vista gorda con la gran mayoría del cine cubano que ha sido censurado desde el 59, dentro y fuera del ICAIC. Es continuar alabando la misma estatua de mármol con la cual se esgrimen justificaciones para aplacar. Insisto en esto porque lo urgente es eliminar las ficciones con las que solemos ahorcarnos. Esas ficciones, dígase ley, dígase encumbrar procesos y personas que formaron parte y acompañaron la Revolución Cubana, amputan la fundación de lo que puede venir.

Se debería incendiar los cines, darle la espalda a la institución y borrarse de la cabeza que la silla y el megáfono es lo que hace al director. Para hacer cine solo se necesita una cámara y hoy el mundo abre un millón de caminos para filmar historias y hacer que los demás las vean. En este punto los premios, las calificaciones y la fama deben pasar a un quinto plano. Más aún la lucha por una Ley de Cine que en vez de liberar va a controlar. No pueden olvidar el lugar del mundo en el que están y quiénes son los seres que lo controlan.

Lo más sano sería dejar de pedir leyes, dejar de pedir control, dejar de darle poder a gente que no tiene nada que aportar. Lo sano sería buscar referentes fuera de Cuba, los de aquí adentro no son ejemplos de nada. Lo sano sería hacer cine insurrecto, preferir la creatividad a la comodidad. Hacer cine y ya. Con esto no quiero decir que lo siguiente sea montar una utopía, es comenzar a darle forma al futuro. Puede sonar pedante, pero la única manera de lograr eso es negando lo que tenemos como presente.

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