La Aventura del Culorroto

Mujercitos Magazine
4 min readJan 28, 2021

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ArtCover por Claudia Patricia

Por Roman Gutiérrez Aragoneses

Se le dice Culorroto al individuo que tiene las asentaderas del cuerpo figurativamente reventadas. Se le dice así porque perdió toda credibilidad ética en su proceder diario. Sus bases honorables están hechas talco, convirtiendo cualquier asunto en una emisión de mierda y cagalera.

La primera característica de un Culorroto es que siempre quiere ser el preferido por todas las personas y grupos. Para ello sostiene un discurso que agrada a todos, acompañado con gestos de aparente nobleza. Mientras su posición no está sólida, obra como un político que va diciendo lo que todo el mundo quiere oír, y una vez que se va ganando la confianza, procede a destruir una a una a cada persona por separado; o sea, entre chorro y chorro, impone su embarro final. Y es aquí cuando se vale de la traición como método eficaz para sorprender a quienes confiaron en él de antemano. Su fin es demostrarte con hechos que él, al final, es mejor que tú y que por eso lo has preferido.

Un Culorroto siempre está dispuesto a traicionarte, no tiene un medidor ético a la hora de valorar y diferenciar a un amigo de un extraño. Terribles estos tipos. Generalmente tienen tremenda suerte, pues la gente bajo los efectos de su guataconería no los detecta hasta que ya es demasiado tarde. La cuestión es que el mundo está lleno de estos individuos que van marchando por la vida con su propio culo reventado. Y no me refiero a un asunto sexual aquí, pasen esa página, me refiero a un problema de decoro, no existe el honor desde épocas tempranas de sus vidas. Su problema es que la soberbia se lo come desde adentro y él mismo, aunque lo sepa, prefiere creer que no se percata. El Culorroto es débil, débil de alma, por lo tanto, no soporta ese defecto que él mismo sabe que tiene y que en vez de corregir prefiere ocultar.

Vamos a detectarlos con ejemplos:

Hay gente que te dice mucho la frase: “Soy tan feo como tan franco” para restregarte en la cara algún error que has cometido. Esa actitud, en su mayoría extremista, sirve para hundir a cualquiera en nombre de la verdad y la franqueza. La gente que dice eso ha hecho pasar más de una pena innecesaria a cualquiera, incluso a amigos, y les voy a decir algo, si un amigo mío está librando una contienda contra alguno de sus enemigos, yo no tendría ningún derecho a desacreditarlo por tal de enseñarle a ser un individuo justo a esa hora. Si ese amigo está en medio de una discusión, la que sea, aunque él no tenga la razón, mi deber es apoyarlo, no hundirlo frente a todos para quedar como el personaje “puro” de la historia. A ese tipo de gente la conocemos, no son más que Culorrotos que flotan por ahí como moscas bienintencionadas haciéndose los sinceros.

Otro ejemplo: Están quienes nos abandonan en momentos cruciales. ¡Fuego con ellos! Normalmente cuando uno está a punto de lograr algo, enmascarados Culorrotos cercanos nos entorpecen los planes con sus celos internos, esto se traduce a que cuando vamos a concretar nuestro asunto, a esa mismísima hora, surgen inconvenientes. Por supuesto, siempre tendemos a pensar que es el destino quien nos está presionando, pero no, es ese Culorroto cercano, alias amigo, quien nos está obstaculizando el cierre de nuestros proyectos con alguna artimaña que no logramos ver en ese momento de tensiones. Luego viene y nos dice con tremenda cara que: “Teníamos que habernos esforzado más” o que “no era nuestro momento”. ¡Váyanse pa la pinga!

Estos expertos desfondados, al tener el honor carcomido, son muy parecidos a los Mongofieras, la única diferencia entre ellos es que uno sabe que el Mongofiera no es amigo de nadie, pero el Culorroto siempre nos logra engañar, soltándonos la cagalera inesperada. El Mongofiera, como sabe que está detectado, aguanta su mojón y en algún momento estratégico lo suelta como un torpedo teledirigido. Al menos a ese lo vemos venir y nos da tiempo a protegernos. Pero los Culorrotos forman la cagantina donde les entren las ganas. Cumplen su cometido con su esfínter relajado, viven cagándose las veinticuatro horas y siempre necesitan al menos un testigo que se embarre. Son muy peligrosos.

Todo es una cuestión de no aceptar la propia suciedad interior, el Culorroto es un ser que no se soporta a sí mismo y lo sabe. Es nuestro deber detectarlos por el bien de la comunidad, ya sea evitándolos o reventándoles la cara. Hay que tener bien claro que el Culorroto no es más que un individuo que cagó mucho fuera del tibor en su infancia y que, a modo de seguridad, continúa tratando de cagar el entorno para sentirse en confianza y así dar rienda suelta a su sorullo interior sin ser regañado.

Les doy un consejo bastante útil: cuando se topen con algún Culorroto, déjenlo que cague y cuando haya terminado, le cogen la cabeza y se la hunden en la plasta. A lo mejor así aprende.

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