La luz del bombillo me está molestando
Voy a aclarar algo. Soy un bombillo. Por lo tanto, me dio la gana de debilitar mi luz para no alarmar a los bombillos derretidos a mi alrededor. No por ser modesto, ni prudente, ni buen vecino, sino para joder… y joder bastante. No molestando también se jode.
Antes todos éramos monos, pero ya no, dicen.
Voy a explicar.
Actualmente en mi patria casi todos los habitantes son bombillos liquidados. Nuestro entorno tiene una característica, está impregnado de un tufillo pestilente. Un olor a caño sucio adquirido en la antigua época simia.
A los monos les hiede muy fuerte el espíritu a rayos, a culo, eso Charles Darwin lo sabía, pero lo que no supo Darwin es que nos íbamos a convertir en bombillos fatales, sí, cráneos de cristal con la cavidad tiznada por dentro, el vidrio parietal prieto y el occipital más prieto. Reventadera. Todas esas toscas manchas que ostentan nuestras molleras actualmente se deben a que el cerebro que iba en ese lugar hace mucho tiempo explotó y se calcinó. Esto pasó por varias razones.
Una es que de tanto imitarnos entre nosotros sufrimos tal comezón en el sistema nervioso central que nos fulminaron los sesos, el cerebro se nos convirtió en puré, en un pegote letal.
Otra es que nos sometimos a tantos chismes entre todos los monazos que cuando fuimos a erguirnos sufrimos sendos ataques a nivel celular, y de ser ejemplares de raza mona pasamos a convertirnos en bombillos. Se preguntarán: ¿cómo se llega a ser bombillo, foco o bujía ambulante si antes de eso éramos los grandes monazos? ¿Cómo del pelo, el diente y el hueso se pasa al cristal, las mechas y los filamentos? No se sabe. He aquí el eslabón perdido una vez más. Un atropello de la naturaleza, un salto en retroceso del récord mundial que dieron las leyes de la evolución y que dejó a todos locos y perdidos. Me alegro. Estas cosas ya me alegran verdaderamente.
Darwin no lo explicó todo, muy inteligente de su parte. Él solo se limitó a subirse a la espalda de su primo el galápago y hacer una serie de viajes por mar entre rocas y cayos para aislarse y concebir en un estado de tensión cero todas sus ideas progresivas. ¡Vaya cabrón! Nos engañó a todos con el origen de las especies; eso también me encantó, pero más me encantó que este mundo habitado por bombillos se tragara la mentira de que el hombre provenía del mono. Darwin se esmeró contando atrocidades, nos confundió a todos. ¿Cuál humano? ¿Cuál hombre? ¡Estamos rodeados de bombillos y faroles zoquetes por doquier! En la televisión, la radio, los centros de trabajo… todo lo que veo son focos ciegos tropezando entre sí. ¡Le roncan los timbales que estos compatriotas míos piensen que son humanos! ¿No se dan cuenta de que lo que conocen como huesos, cejas, venas y tendones no son más que cristales, cables, amiantos y filamentos? ¿Qué será de ustedes si continúan así? ¡Ay! ¡Bombillos creyéndose personas! ¡Ay! ¡Candelabros soñando ancestros monos!
Por eso ya no me enciendo más de lo que debo, no vaya a ser que me explote otro cablecito por allá dentro y se me tizne la vida para siempre. Estoy enterado de la gran mentira tejida por la historia contra monos y bombillos. Lógico, nunca contarles estas cosas a mis paisanos reventados. Me alegro que estén así, locos y desentendidos. Toda esta peste a pliegue sucio en nuestro entorno es por su culpa, por su comportamiento indolente a todas horas. Por eso son grandes contaminadores de todo lo que tocan, con sus actos entierran día a día toda evidencia de la verdad sea cual fuere esta, ya ni me importa. Les dije que me limito a proyectar débilmente mi luz interior, me da la gana, y con esto aseguro que la verdad nunca se sepa. ¡Púdranse!