No seas tan imbécil

Mujercitos Magazine
5 min readMar 29, 2021
ArtCover por Claudia Patricia

Por Victor Fernández

Cuando me dijeron que Pepe Le Pew había sido víctima de un canceling por promover el acoso no me asombró. Ya era hora de que la caterva de gente molesta con todo y renuente a educar a sus hijos atacara los dibujos animados. Nunca fui fan del intenso de Pepe y por supuesto, tampoco soy fan del canceling ni del fascismo democrático inclusivo que están poniendo en crisis la cultura. Sin embargo, de Hitler sí soy fan, pero eso no viene al caso. Segundos después de enterarme de lo de Pepe Le Pew, que para mí no representa ni nostalgia ni infancia (ya era hora de que lo dejaran descansar), pensé en Fritz el Gato, personaje que apareciera por primera vez en la revista Help! en 1965 y que se “retirara” de los focos en la revista The People´s Comics en 1972. Ese debe ser el siguiente en morir cancelado, víctima de los cuervos que ha criado la “democratización” de los medios.

Pero que cancelen a Fritz sería un final digno para este personaje. Que grupos extremistas defensores de la libertad de expresión, con un par de animalistas y un pro-vida, comenzaran a quemar comics y copias en 35 mm de la película que Ralph Bakshi le hiciera en 1972, sería el último pistoletazo de Fritz. Este personaje ha quemado universidades, se ha mezclado con terroristas, ha violado “animales” de sexo femenino y en más de una ocasión le han llamado racista (un gato racista); una campaña de canceling a gran escala contra él no sería nada del otro mundo en la realidad que vivimos. Sería como un duelo donde el vaquero malo que a todos cae bien muere enfrentándose al sheriff que no representa nada divertido.

Dibujo de Robert Crumb: ID #1

La gran preocupación es pensar que R. Crumb, el creador de Fritz, aunque no lo parezca, sigue vivo. Estoy seguro de que algún grupo de activistas pro-anciano lo defendería, pero eso no pondría un parón a los defensores de cuanta cosa exista y a la recogida de firmas en change.org pidiendo que lo decapiten públicamente en el Capitolio de Washington D.C., bajo la mirada con catarata de Biden y el resplandor de los dientes gigantes de Kamala. Así de talentoso es Crumb. Imaginarme a todos los ofendidos del mundo, unidos por primera vez con un solo fin es divertido, incluso poético. Ese también sería un gran final para Crumb. Víctima de sus ofensas que, dicho sea de paso, abarcan todo lo que humanamente se puede ofender.

En la extensa obra de Crumb hay páginas para todos los seres vivos. Pensando en un ataque a su casa en Mis… ¡perdón!, por poco lo delato y me vuelvo partícipe de su asesinato. Pensando en un ataque a su casa en un lugar inexacto del mundo, las primeras en llegar serían las feministas rabiosas, las de la primera fila enarbolando copias del SCUM. Detrás vendría la corporación Black Lives Matter con una pancarta de George Floyd, y Spike Lee gritando en “The Late Night” con Jimmy Fallon que el underground tiene suficiente con Iceberg Slim, que ese blanquito es peligroso por haber puesto a los negros como cuervos, músicos de jazz y blues y por regalar marihuana.

Por la cocina entraría la unión radical del colectivo LGBTQ+PLUS y por la azotea la corporación Asian Lives Matter o Bruce Lives Matter o Dragon Operation Group for Asian-American Rights o como se llame el piquete de los asiáticos ahora, no estoy al tanto. Detrás de todo esto llegaría cuanta escoria promotora de la “diversidad” se sienta ofendida. Los animalistas y los ecologistas tampoco se quedarían detrás.

Retrato de R. Crumb

El ajusticiamiento político de Crumb sería el acto radical que pondría sobre la mesa, de la manera más nítida posible, lo que significa el mundo que se abre paso hoy. Un mundo que promete ser mucho menos divertido y en el que los límites de los derechos ya sobrepasan el plano mundano para ejercer terror en la que supone ser la principal vía de intercambio, internet. En este mundo R. Crumb no tiene cabida, mucho menos su influencia, y de paso la sátira, el humor, la crítica y la libertad de pensamiento. La corrección política con estructura de inquisición que ya nos corta la cabeza, supone la lapidación de todas aquellas formas liberales en que se reprendió al sistema, la sexualidad y la propaganda. Está llevando a las generaciones en activo y a las generaciones en etapa de cristalización, a un bucle sin salida y sin sentido.

La obra de Crumb, dedicada por completo a desestabilizar el puritanismo y molestar a los puritanos, está plagada de conductas incompetentes con el nuevo orden mundial. La desobediencia, el humor y cuanta filia y fobia humana exista se diluyen entre tanto ofendido. Entonces, comenzamos a formar parte de una nueva teoría de las buenas costumbres, cuyo principal objetivo es provocar y mantener la crisis cultural que vivimos. La reestructuración del mercado a través del discurso sobre la inclusividad está imponiendo una nueva ética que nada tiene que ver con el intercambio y con la variedad de opciones. Por el contrario, es reguladora y deshumanizante hasta el punto en el que ya se es consciente de que es mejor no hablar.

Fritz the Cat: Complete Stories

Ante este panorama, la obra de Crumb es un arsenal gigante de malos ejemplos. A su lado Pepe Le Pew es como (perdón si los ofendo) la guardia del Palacio del Príncipe de Mónaco en combate abierto contra el Cártel Jalisco Nueva Generación. Puedes abrir cualquier página de Zap, Yellow Dog, XYZ o I-D y tienes materia prima para comenzar una campaña a tono con las susceptibilidades imperantes.

Lugarcito bastante complicado el que se labró el pervertido de Crumb, un tipo que evidentemente solo se dedicó a escribir, dibujar y masturbarse oliendo las medias de las amigas de su madre. Siempre ha perseguido un solo fin, tal y como dice Fritz en “Agente Especial de la CIA”: Me pregunto si mi presencia aquí en la China Roja ya ha sido observada. Todo tiene derecho a existir y ahí radica la gran contradicción. Si lo ponemos así: ¿Todo tiene derecho a existir?, sería la pregunta del MILLON DE DÓLARES.

Pero Crumb tiene un valor que va más allá de ser uno de los padres del comic underground (no se olviden jamás de Gilbert Shelton, eso sí sería una ofensa) y es que no hay mejor ejemplo de lo políticamente incorrecto que él y su gato Fritz.

--

--