Ventajas y desventajas de reventarse la cara

Mujercitos Magazine
5 min readFeb 12, 2021
ArtCover por Radio

Por Ricardo Pérez

Según Charly García: “…todo el mundo tiene un vicio…”, no es del todo descabellado. Probablemente tienes una señora en tu familia que se embute de pastillas para dormir o un tío que se masturba todas las noches con el canal porno de la antena. Las adicciones no se limitan a las que te muestra el mural de la escuela. La mayoría necesita una manera de dejar de pensar por un momento, porque mientras menos cosas tengas en la cabeza más feliz eres.

Siempre me han interesado de una manera especial las distintas maneras que tienen las personas de catalizar las sustancias o situaciones que los ayudan a continuar su día a día, tanto así, que era el presidente del club de prevención antidrogas en la secundaria. Todavía conozco de memoria el concepto de droga según la Organización Mundial de Salud, pero el roce con esta es mucho más complejo que una clasificación.

La droga está en todas partes, la sociedad la desprecia y promueve su consumo al mismo tiempo. El cine, el patriarcado, la revolución, hasta Alexander Abreu te invita a que te despingues la conciencia. Todo en exceso es malo, incluso el sobrecumplimiento de la zafra, esto no quiere decir que escapar de vez en cuando sea una necedad, todo depende de la manera en que lo lleves.

Probablemente me di el primer buche de ron en una fiesta familiar con el pretexto de: “el niño tiene que aprender”. Eso no me ha convertido hasta el momento en un borracho empedernido, aunque también se debe a que no lo disfruto demasiado. Una selección de maestros y un ron ronda no tienen diferencia alguna para un adolescente. El cliché nos obliga a no tener hígado, no hay tiempo para establecer márgenes de calidad.

Cada vez que la situación amerita un trago me resulta horrible estar borracho. ¿Dónde está la euforia provocada por los barriles de cervezas en las películas? A lo mejor el único objetivo del planchao es adormilar, hacerte oler mal y hablar mierda, por eso hay más borrachitos de esquina que maestros en el país. No me gusta tomar, es el único momento en que de verdad me doy cuenta de que en realidad soy un comepinga.

En cambio, tengo amigos que se desinhiben completamente a la presencia de su olor. La gente necesita un pretexto para decir las cosas a las que le tienen miedo. No me parece mal, todo lo contrario, solo que cuando se pasan me toca aguantar esas muestras de cariño desbordantes.

Nunca mi madre estuvo tan orgullosa de mí, como el día en que salí en el noticiero. La relatora de la ONU había visitado nuestra secundaria y la directora sacó los juguetes. Le dimos la muela bizca que repetíamos con todas las visitas, ella se hizo la impresionada y nos filmaron las cámaras. Salí en pantalla como dos segundos hablando de los daños del tabaco, con un cartelito debajo: Tobías Marrero, presidente de círculo de interés, alumno ejemplar. Al llegar después del repaso a la casa, mamá casi me mata a abrazos mientras me enseñaba la grabación que veía por vez 500. Casualmente un par de horas antes había fumado yerba por primera vez.

No es relevante el ¿Cómo lo hice? sino el ¿Por qué? Simplemente quería ver cuán divertido era. No necesitaba impresionar a nadie o demostrar algo, simplemente necesitaba salir del estereotipo de muchacho aplicado que ni siquiera había sido fabricado por mí, aunque quizás solo pase a ser otro cliché. Ese pensamiento me invade cada vez que prendo un químico, escucho a las personas hablar y me siento en una versión pirata de High School Musical.

Entre eso y los instantes en que no sé cómo llegue a ese punto, el viaje con cake me resulta interminable. No niego la euforia de los primeros 15 minutos, pero durante el tiempo posterior me convierto en un zombie cínico, confundido y sobre todo con mucho queso.

La maría me resulta algo más cálida, es como una licencia para ser estúpido. Me ayuda a liberar esa incomodidad social que cargo conmigo todo el tiempo. Sentirme idiota me hace ser feliz. El amor y toda esa teoría fumeta de Bob Marley se esparcen, si fumas con las personas indicadas. La yerba trae amor, el odio viene en conseguirla, pero eso es un tema delicado.

Representando probablemente una vergüenza para los pastilleros de la “old school”, no entré a ese mundo en mi etapa de friki sucio, más bien los pijos fueron mi introducción. El consumo de fármacos se popularizó en Estados Unidos con la llegada de los “muggles rappers”, muchachitos con canciones con escaza producción musical y letras que glorificaban las pastillas. Los pijos cubanos tomaron notas y los dependientes de farmacia ampliaron su negocio.

Desde los benzodiazepinas hasta los jarabes con codeína, un canal muy raro. No es un prende visible en el exterior, sin embargo, tu mente no entiende absolutamente nada. No poder cerrar bien la boca, la revoltura en el estómago, los mareos, el sueño o los ojos excesivamente abiertos, un pack que te convierte en el perfecto discapacitado mental. Mongo, pero feliz, porque eso sí, no hay complicación que se te quede dando vueltas en la cabeza. El problema es tener que enfrentar la normalidad al día siguiente, malhumorado y con ganas de repetir.

No se puede obviar al antagonista de esta bella historia: “La pálida”, la esquina oscura en ese valle de unicornios y arcoíris. Salir del mal canal es todo un arte. No te dejes vencer por el miedo y la ansiedad, ese es el primer error. Repite una y otra vez en tu cabeza que tienes el control de la situación, no cedas al cansancio porque puede ser que no salgas de ahí. Un susto nunca es la experiencia más agradable.

Todo esto de las drogas, la diversión y el control de uno mismo suena muy lindo, pero dale suave. Eres un chamaco y no estás preparado para tantos choques neuroquímicos seguidos en tu cabecita. Quedarse loco no es algo gracioso, significa un mundo lleno de miedos e inseguridades ¿Aunque quién sabe? A lo mejor ya te tostaste. Llegaste hasta este punto y sigues escuchando hablar mierda al alter ego de un pseudónimo. Ese no es un comportamiento muy saludable que digamos.

La sustancia en general va más allá del bien o el mal. El tratamiento tabú que se le ha dado a lo largo de los años solo crea un terreno sombrío y delicado. Es necesario desconectar por momentos para estar en paz con uno mismo. Tampoco quiere decir que deba ser un estilo de vida. Convertir la normalidad a un arrebato constante debe ser lo más triste y aburrido del mundo ¿Qué sentido tiene nunca estar ahí? Solo le das el puesto a la sobriedad de ese antiguo escape que eran las drogas. Controla tu estado mental y reviéntate la cara con responsabilidad.

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